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lunes, 9 de mayo de 2011

Juanchi Baleirón: Bodas de plata

En diciembre cumplen 25 años. Hace unos meses editaron el disco más ambicioso de su carrera. Y precisamente acá, Juanchi, cantante y guitarrista de Pericos, hace un repaso de las dos cosas.


Sí, todavía hay bandas que no ensayan en Palermo y Pericos es una de ellas. En un PH de Núñez, que pertenecía a los padres de Topo (baterista de la banda), funciona la sala-estudio de uno de los pioneros del reggae nacional. Un pasillo largo conecta la puerta de calle con lo que vendría a ser un hall donde hay algún que otro sillón, una barra y, colgados en las paredes empapeladas con partituras musicales, varios discos de oro que supo cosechar la banda durante su carrera. Una vez adentro de la sala, Juanchi Baleirón, de jeans y remera de AC/DC, se acomoda en una de las banquetas.

A partir de diciembre pasado, Los Pericos comenzaron a transitar su vigésimo quinto año de carrera, y, fue casi una casualidad que empiecen a festejarlo con “Pericos & Friends” ya que comenzaron a prepararlo hace más de dos años y no esperaban que se extendiera tanto. “El plan, en un principio, no fue que durase así. Aparecieron nuevos invitados y todo fue tomando forma. El que se haya extendido en el tiempo fue una consecuencia de lo grande del proyecto. Además, mientras lo hacíamos también estábamos en otras cosas, no es que paramos para hacer el disco”, aclara el cantante , y resalta que lo empezaron en el momento ideal en todo sentido: “para la carrera de Pericos y para que el disco pueda tener la maduración necesaria. Nosotros queríamos que esté cuando tenga que estar”.

¿Sentiste alguna presión extra por cantar al lado de los íconos del género?

Fue un desafío. No solamente el poner mi voz al lado de grandes, sino también sobre canciones ya conocidas pero en otro formato. Para nosotros era muy importante que quede plasmado en el disco que los temas tuvieron una vuelta, que se volvieron a producir. Por la evolución de músicos, de la banda, individual y grupal. Y porque todos merecemos una revisión de las canciones.

¿Les daban alguna instrucción particular a los artistas cuando les mandaban el material?

Les decíamos: “Esta es la canción. Cantala cómo quieras, tocala cómo quieras y hacé lo que quieras”. Entonces había solistas que cantaron nada más o bandas que grabaron muchos instrumentos y después tuvimos un laburo de empatar todo acá. Que sonase homogéneo y democráticamente artístico. Todos estaban en sintonía, no hubo nadie que nos haya hecho ninguna devolución o alguna observación como: “Quiero escuchar cómo quedó”. Todo el mundo tiró muy buena onda, mandó lo que necesitábamos y más. Así que todos contentos, fue una experiencia muy linda.

Como productor, ¿qué te llamó la atención del modo de trabajar de los músicos que participaron?

Uno confirma muchas cosas que ya trae. Los grandes artistas son sencillos y hacen las cosas simples. Si hay algo que tienen es: conocimiento y experiencia, entonces te das cuenta que transmiten mucho más cuando simplifican las cosas, sin tanto enrosque ni tanta vuelta.

El guitarrista se muestra contento y distendido. Habla orgulloso de la nueva producción que, a diferencia de los dos antecesores –“7 (2005) y “Pura Vida” (2008)-, alcanzó un nuevo disco de oro. Pero eso no le quita los pies de la tierra: “Son temas muy clásicos y conocidos, obvio. Yo creo que la gente que compró este álbum es fan de Pericos hace mucho tiempo, conoce las canciones y valoran el objeto disco”.

Como ha dicho en otras entrevistas, a Juanchi le gusta repetir que Pericos es como la lengua. Una estructura flexible y maleable que perdura hasta la muerte, no duros como los dientes que a la larga se caen. Y será por eso que durante estos veinticinco años aprendió a pilotear el éxito y a no enceguecerse cuando estuvo arriba o abajo. “Hemos tenido momentos muy difíciles, nuestro primer disco vendió 180mil copias y le tomamos el gustito a tocar por todos lados, viajar y conocer gente. Y en el 89-90 era como que estábamos recibiendo todo lo contrario a lo que habíamos recibido al principio. Tuvimos un año de moda y exposición y después no nos querían ni ver. De todos modos siempre hubo alguien que nos banque. Éramos más pendejos, vivíamos con nuestros padres  y teníamos menos responsabilidades”.

Pericos es una banda que gira mucho ¿Cómo manejan eso ahora que son más grandes y tienen familias?

Hace muchos años que estamos en carrera y las familias que formamos fueron a partir de saber cómo somos. Si alguien se casa es porque sabe que la vida va a ser así. De todos modos, quizás ahora no giramos tanto como antes. Hacemos viajes más cortos, de un mes o un poco más. Igualmente las comunicaciones ayudan mucho, Skype hace felicidades. Pero siempre es un tema dejar a la familia acá y andar viajando. Así que cuando es cómodo y corto a veces podemos llevarlos con nosotros.

Y ya que tocamos el tema vale aclarar que en marzo Pericos va a tocar en México y Estados Unidos; en abril, en el Vive Latino y en junio viaja a España e Inglaterra. “El disco no sólo se editó en Latinoamérica, sino que, gracias a los invitados internacionales que tiene, también saldrá en Europa”, concluye Juanchi.

Guido Martínez
                    ***Entrevista publicada en www.elacople.com ***

miércoles, 20 de abril de 2011

viernes, 18 de marzo de 2011

Disco y sello nuevo

Luego de más de veinte años de carrera, el ex cantante de La Portuaria editó, con su propio sello, su flamante álbum solista: “El día después”



Diego Frenkel entra al bar y busca refugiarse del calor en una mesa que apenas es alcanzada por el frío del aire acondicionado y socorrida levemente por un ventilador. Se lo nota tranquilo y preparado para una tarde de entrevistas que le organizó su agente de prensa. Es que en este momento está atravesando el día después del día crucial, como canta en el tema que abre su nuevo disco en solitario, justamente: “El día después”.

“Hay en el título del disco una idea que me parece muy cautivante y es que, generalmente, la vida cotidiana está marcada por íconos o por hechos, como el día del casamiento, el del show, del nacimiento de un hijo o la primera noche que dormís con alguien que querés; y hay un momento que es el día después, cuando las cosas entran como en una suerte de viaje que es realmente donde empezó el movimiento”, asegura Diego, y agrega: “Fue algo muy vertiginoso después de tantos años de carrera confrontarme a hacer un disco solo, compuesto todo en mi casa. Fue como volver a los inicios y eso me hizo muy bien”.

Según el ex líder de La Portuaria, el grupo estaba un poco disperso y desenergizado, y por eso decidió ponerse a trabajar en un proyecto solista. Aunque para él este fue un cambio bastante profundo en su manera de encarar la música, no cierra una puerta sin abrir una ventana: “No me gusta dar absolutamente por terminado el proyecto de La Portuaria porque son amigos y nada quita que en algún momento podamos volver a reunirnos, pero hay un cambio y una búsqueda musical nueva en mi forma de componer en la que me gustaría seguir ahondando y con la que me encuentro muy feliz”.

¿Cómo llegaste a esta nueva forma de hacer música?

Primero hubo un vaciamiento de ideas, y a partir de ahí dejé que la intuición me vaya llevando hacia donde quería ir en la manera de armar una canción o de hacer música en general, hasta incluso en la forma de promocionarme y venderme. Sabía que quería hacer un disco solista e intuía que iba a ser acústico o basado, por lo menos, en mi guitarra. Un día, simplemente me encontré en mi estudio armando bocetos y cuando me di cuenta ya tenía el material para poner en el álbum.

¿Qué libertades te da esta etapa que no te daba la banda?

Antes me sentía en la repetición de un rol o del nombre. Quizá la gente siempre esperaba algo de La Portuaria, o uno mismo esperaba hacer algo que tenga sentido con el contenido del grupo o con lo que veníamos haciendo. Ahora tal vez estoy siguiendo más mi instinto que no tiene la expectativa de un tipo de música específico. Estoy como en un buceo musical que está más allá de la popularidad de un momento o de un tema en la radio. Me interesa mucho generar una relación más directa con el público. Mi intención es tocar en teatros, me gustan los lugares donde la gente está sentada y compartiendo una situación con un nivel de intimidad.

Pero esto no es todo, parece que cuando Frenkel decidió hacer un disco solista, decidió hacerlo solo, solo. Es por eso que “El día después” salió editado por Odisea records, el nuevo sello del ex La Portuaria con el que piensa lanzar artistas que tengan algún contenido o criterio de vanguardia. Además planea romper un poco la estructura de la distribución clásica de los álbumes: “Mi idea es vender a un precio no muy alto en lugares alternativos a la venta corriente; como ser en bares, cafés, institutos de danzas o artes marciales y en sitios donde haya una coherencia estética y un público posible”.

¿Crees que están caros los discos?

No, la verdad que no. Como está la posibilidad de tenerlo gratis, cualquier precio va a parecer caro. Hoy en día una pizza cuesta treinta pesos y está perfecto, pero un CD que es un objeto que te va a acompañaren buena parte de la vida parece costoso. El mercado de la industria discográfica en Argentina está en una situación terrible. Por un lado la mayoría de las personas que consumen música la bajan gratis, y eso es un problema serio. Sin embargo, yo creo que pueden coexistir las dos cosas, pero la situación de descargar la canciones sin pagar se va a tener que resolver. Como en Estados Unidos o en Europa en donde todo lo que se baja se paga, entonces está más compensado todo. Mi idea es buscar la forma de subsidiar la música, como sucede con el cine, ya sea estatal o privado para poder, en principio, hacer la obra.

Txt: Guido Martínez

***Entrevista publicada en www.elacople.com.ar***

lunes, 21 de febrero de 2011

RAMONES FOREVER

Antes de presentarse nuevamente en Argentina, CJ nos contó sobre sus inicios con la banda neoyorquina, su relación con Marky y sus planes futuros.



Christopher Joseph Ward, alias CJ Ramone desde 1989, es, aunque los años y su documento digan lo contrario, The Little Ramone. Al igual que Marky, su objetivo es mantener viva la música del grupo al que tanto amó y darle la oportunidad a aquellos que nunca los pudieron ver en vivo de sacarse las ganas, aunque sea, con una pequeña porción de lo que fue. Es por eso que el 12 de febrero, luego de presentarse en el Cosquín Rock, CJ va a estar tocando en The Roxy Live (Niceto Vega 5542).

El Acople se contactó con el bajista para preguntarle sobre el grupo que le cambió la vida: Los Ramones.

La ansiedad hubiese sido algo difícil de controlar para cualquier fanático de la banda neoyorquina si el mismísimo Johnny lo hubiese llamado para anunciarle que era el nuevo bajista del grupo, pero a CJ no le quedó otra que manejarla como pudo: “Estaba en la cárcel militar cuando me dijeron que quedaba en la banda, por eso todo lo que podía hacer era empezar a contar los días hasta que me dejaran salir y unirme a Ramones”, afirma el bajista.

Cuando uno conoce a sus ídolos muchas veces suele decepcionarse. ¿Cuál fue tu impresión?

Siempre es extraño conocer a las personas que uno admira y descubrir que son tan humanos como cualquiera. Lo que más me impactó fue enterarme que ellos no se llevaban bien. Siempre dieron la impresión de ser como una pandilla, pero después de estar en la banda un tiempo me di cuenta que no era así. De todos modos eso no hizo que me gustaran menos, simplemente cambió mi perspectiva.

Marky dijo a una revista argentina durante su última visita que vos eras un reemplazo, que quisiste ocupar el puesto de Dee Dee y no lo hiciste muy bien. ¿Por qué crees que está tan molesto con vos?

No me interesa la opinión de nadie sobre el trabajo que hice en Ramones. Johnny, Joey y Dee Dee me dijeron antes que murieran lo que hice por ellos y por la banda, incluso Tommy también me dijo que hice un buen trabajo. Esas son las únicas opiniones que me importan, además de la de los fans. Lo dije muchas veces: nunca traté de ocupar el lugar de Dee Dee, sólo traté de hacer el trabajo lo mejor posible.

¿Te gustaría volver a trabajar con Marky?

Ambos nos llevábamos bien cuando estábamos en la banda, pero después yo me puse en contacto para hacer algo juntos y él dijo que no. No sé qué pasará en el futuro, sólo sé que nunca hay que decir nunca.

Cuando fuiste a la entrevista para entrar en la banda dijiste que Dee Dee era una de tus mayores influencias. ¿Por qué sólo tocaste un año en The Remainz (la banda integrada por Dee Dee y Marky luego de la disolución de Ramones)?

Tocar con Dee Dee en The Remainz fue asombroso. En ese momento estaba tocando con Los Gusanos, mi banda, y no tenía tiempo para ambas. Él fue una de mis mayores influencias y lo quise mucho. Lo extraño un montón.

¿Por qué crees que Los Ramones fueron más importantes años después de su separación que cuando estaban juntos?

Los Ramones no fueron importantes o reconocidos comercialmente, pero cuando estaban juntos influenciaron casi a más bandas que la mayoría de las que estaban de antes o vinieron después. A la industria del mainstream musical le llevó años lo que el under o la clase trabajadora supo por mucho tiempo: Los Ramones fue uno de los grupos más grandes e influyentes de todos los tiempos.

Cuando terminaron Los Ramones y The Remainz tuviste algunos trabajos que no tenían nada que ver con la música. ¿Pensaste en abandonar el bajo definitivamente?

Dejé de tocar por un tiempo para poder quedarme en casa y cuidar de mi hijo (Cj tiene dos hijos con Chessa, la sobrina de Marky, pero asegura que su relación con el baterista empeoró antes de que ellos se divorciaran). Incluso ahora no salgo de gira tanto como lo hacía con Los Ramones. De todos modos, aprendí que nunca me voy a poder alejar del todo de la música. Necesito tocar. Además, tengo que mantener la música de Los Ramones viva.

Durante su presentación en Argentina, además de tocar varios temas de la banda que lo hizo conocido, CJ asegura que el repertorio incluirá varias canciones de “Reconquista”, el nuevo álbum que está grabando en este momento y espera que salga editado en julio. Por otro lado, no sólo planea seguir de gira flameando bien alto la bandera de Ramones, sino que está escribiendo un libro sobre su vida y sobre los años que estuvo en el grupo. “No estoy seguro cuándo va a estar terminado, es mi primer libro y me di cuenta que escribo realmente muy despacio”, se sincera el bajista.
***Entrevista publicada en El Acople www.elacople.com***

lunes, 31 de enero de 2011

Kapanga: El Mono lo viste de seda

En Quilmes casi todos conocen al cantante de Kapanga, y la mayoría comparte alguna anécdota con él.  Hace más de quince años que es un trabajador del rock, y, por más que pueda, se niega a vivir como una estrella.



Un cigarrillo armado emana un humo bien blanco con olor fuerte y algo dulzón mientras se consume entre los labios de Martín “Mono” Fabio, el cantante de Kapanga. Sus ojos están cada vez más entornados, al punto de parecer que no me mira sino que sospecha de mí, y lentamente su sonrisa va ganando terreno sobre sus mejillas. Una pitada más y, luego de retener el humo en el pecho unos segundos, asegura: “Nosotros estamos bien acá. Podríamos estar en otro lado, con más comodidades, pero tenemos este estilo de manejarnos”, haciendo referencia al quincho que ocupan desde los comienzos de aquel primer grupo de 1989, Kapanga y sus Yacarés, que luego de una separación se reunió en 1995, pero aquella vez como lo conocemos actualmente: Kapanga.

En la parte de adelante viven los padres de Balde, compositor y ex bajista de la banda, en una casa de una planta ubicada a dos cuadras de la estación de tren Don Bosco, en Quilmes, con paredes beige y un portón negro en un costado que, luego de atravesar un pequeño patio, desemboca en lo que el Mono llama la base de operaciones ya que desde ahí el grupo sale de gira, guarda los equipos, ensaya y maneja los contratos.

Sobre una mesa ratona hay un paquete de facturas, una botella de gaseosa y unos vasos descartables. Las paredes están adornadas con posters de Kapanga y dibujos infantiles. En una mesa que está contra un costado del cuarto hay dos computadoras, un cenicero repleto de colillas y unas tazas sucias. De fondo se escucha al resto de la banda distenderse mientras tocan “Beautiful day”, de U2, y el anfitrión me ofrece ir a sentarnos afuera mientras el sol empieza a desaparecer.

El Mono agarra dos sillas y las acomoda junto a la ventana, se sienta y luego de reflexionar un poco contradice lo que había dicho hace un rato: “Tener nuestro propio estudio es uno de los pasos a seguir. Tenemos la salita de ensayo, está bien, pero no nos da si queremos grabar canciones para presentar demos, esto es muy básico. Estaría bueno dar ese paso y tener nuestro lugarcito”. Aunque tiene en claro que el lugar no le da el profesionalismo, sabe que si la banda no lo hace ahora no lo va a hacer nunca. El mismo concepto tuvieron para las grabaciones de los discos, el primero se grabó en el estudio SONAR de Valentín Alsina y después intentaron grabar en los mejores lugares de la Argentina. Quisieron tener la experiencia de sentarse a tocar donde lo hicieron los más grandes, como GIT, Fito Páez, Divididos y Los Redondos, entre otros. “Fuimos a grabar al estudio Del Cielito y estaba el banco de la mítica imagen con el Indio Solari, la Negra Poly y Skay, y nos sacamos una foto, ¿viste?”, recuerda el cantante y lo compara con ir a Londres y no sacarse una foto en Abbey Road, cosa que ellos intentaron hacer cuando sacaron su segundo disco, “Un Asado en Abbey Road”, en 1999. Llamaron a la compañía y le dijeron que ya tenían el nombre del álbum y que querían ir a sacarse la foto de la tapa a Abbey Road, en Londres. “Vamos, nos sacamos la foto y volvemos. No pedimos ir al estudio a tocar ni nada”, propusieron los Kapanga, y la respuesta fue la lógica: “Ustedes están locos”.

Mientras Martín se acomoda en la silla rechaza un mate en un vaso de plástico que le ofreció Pitu, el asistente, y alega que ya tomó helado, Coca-Cola, facturas y pastelitos. “Estoy todo mal”, asegura mientras se frota con la mano la imagen de una virgen en la parte del abdomen de su remera que, como dice arriba del estampado, es un recuerdo de la villa. El Mono es cero religioso. “Sólo soy hincha del Gauchito Gil”, asegura, porque piensa que en algo hay que creer, confiar y aferrarse. Cada vez que sale a la ruta frena para agradecer y dejarle alguna ofrenda, ya es una costumbre. “No paramos una vez y se nos rompió el micro, no paramos otra y se nos pinchó una goma y empezamos a parar siempre. Me hice más devoto pero no soy fanático”.

Una de las cosas que más disfruta es estar en su casa, más que nada, en Quilmes. “Cuando hicimos la gira por Europa (en 2004) sufrí el desarraigo más allá de que la experiencia musical y de grupo fue impresionante. Yo estaba en Praga, hermoso, no lo podía creer, y cuando volvía al hotel moría por ir a dar una vuelta por el río de Quilmes, por comer una milanesa a la napolitana, un asado o estar con mi familia”. La última gira larga que hizo con Kapanga fue de treinta y cinco días en 2001, después fueron entre quince días y tres semanas.
           
“Cuando estoy en mi casa tengo la suerte de que sigo siendo Martín, entonces es como la ecualización justa. Yo con Kapanga estoy trescientos días al año y por eso no me llevo laburo a casa”, dice y aclara que va todos los días que no está de gira a la sala a colaborar, a tirar ideas, pero cuando vuelve se saca el cassette, tira el celular a la pileta y trata de abstraerse y de que su familia no reciba el coletazo de que es una estrella de rock. 

Se considera muy básico: no navega en internet, nunca le interesó la lectura, y menos ahora que se tiene que acercar más las cosas a la cara. Cree que es porque nunca pudo lograr enfocarse en algo por mucho tiempo. “Debo tener un problema grande de concentración para los libros y esas cosas. Yo agarro y leo alguna revista que me llega a mi casa y la vuelvo a leer cinco meses después y para mí es como que si nunca la hubiese tocado”.

El barrio donde vive es tranquilo, más que nada de gente grande y trabajadora, y él está muy cómodo ahí. “Podría irme a vivir a un country, pero no me interesa. Disfruto de lo que tengo. Mis objetivos son básicos: tener una casa, que mi hijo tenga buena educación, tener un vehículo para movilizarme, una tele para ver y una pileta al fondo de mi casa. Yo no quiero vivir en un palacio, no me interesa la vida de estrella”, asegura.

A las siete de la tarde de un sábado, Pizza Factory, la empresa familiar en donde trabajó hasta que pudo empezar a vivir de la banda en 2003, después que editaron “Botánika”, está vacía. La madre del cantante entra y saluda a los dos cocineros y se acomoda detrás de la barra. A sus espaldas hay fotos de Kapanga, de su hijo con Maradona y Charly García, calcomanías y entradas para recitales. Casi todos los días, el Mono pasa por la pizzería cuando está por cerrar y lleva a su mamá hasta la casa, y, si bien hace varios años que no trabaja más ahí, si la madre le pide que le lleve algún encargo a algún lado, él lo hace. Aunque trata de evitarlo.

Kapanga cada día me da más vida”, asegura el Mono, que dejó el alcohol y la cocaína hace casi dieciocho años con ritual umbanda de por medio: una gallina degollada sobre su cabeza y dos palomas hervidas de cena bastaron para que nunca más reincida, y aunque sufre de tentaciones lógicas asegura que cada vez son menos.

Un poco más serio, reflexiona sobre el tema: “Yo abro los ojos todas las mañanas y agradezco estar vivo, poder mirar a mi hijo a los ojos, poder seguir cantando con mi banda y seguir haciendo cosas que veinte años atrás hubieran sido imposible”, y sueña con retirarse, más de grande, a un lugar que tiene su mujer en San Marcos Sierra, en Córdoba, cuando termine Kapanga, pero  al instante se arrepiente: “No sé, por ahí no. Quilmes es mi casa, es mi lugar en el mundo”.           

***Nota publicada en el portal EL ACOPLE www.elacople.com***

martes, 25 de enero de 2011

Subibaja de emociones

MGMT se presentó este fin de semana en Mar del Plata y deleitó a miles de fanáticos y curiosos que se acercaron a ver el show.




“¡Esto no es un recital de Los Piojos, flaco!”, le gritó un muchacho del público a otro que pasó corriendo y empujando a la gente; y tenía razón, se trataba de MGMT. Más de 40mil personas se acercaron al parador Mute, al sur de Mar del Plata, para presenciar uno de los eventos más promocionados del verano.
Una vez que pasaron cuarenta minutos de las seis de la tarde, la banda Neoyorquina pisó el escenario y, tras un escueto “Hola” de Andrew, el dúo devenido en quinteto arrancó con uno de los puntos más altos de la tarde: “Time to pretend”. Como en  todos los recitales, el olor a la chaqueta de Otto en la atmosfera incrementaba la paz de los espectadores que movían levemente los hombros hacia delante y hacia atrás al ritmo de las melodías psicodélicas de la banda, y levantaban sus manos delante de sus ojos para protegerse del sol que descendía detrás del escenario.
“Bitches on the Beach”, bromeó el cantante haciendo un juego de palabras en inglés que significa “Perras en la playa”, y se mostró muy a gusto con el público argentino. (Lógicamente no faltó el típico cantito por parte de los espectadores: “Oleeee ole ole oleeeee, em shiiiiii em tiiii”).
Como suele suceder en este tipo de espectáculos, es mayor el porcentaje de curiosos que de fanáticos, y eso se notó a medida que avanzó el show y se hizo más latente la fase experimental y difusa del grupo. Muchas personas comenzaron a retirarse, y otras desviaron su atención hacia un helicóptero amarillo que quedaba suspendido en el aire sacando fotos y filmando muy cerca de la masa de gente que miraba el recital.
Más allá de algún que otro problema con el audio por tratarse de un show al aire libre y al costado del mar, la banda sonó muy bien. El repertorio estuvo dividido casi en partes iguales entre su primer disco, Oracular Spectacular (2008), y el segundo, Congratulations (2010).
Cuando ya se aproximaba el final, los músicos dejaron de lado los instrumentos para darle lugar a las pistas de “Kids”, su mayor hit hasta el momento, y ahí sí: No hubo distinción entre curiosos y fanáticos y todos se levantaron y empezaron a moverse al son del tan pegadizo riff del sintetizador.
Hubiese sido grandioso que el show finalizase así, con toda la playa saltando y bailando mientras el sol terminaba de desaparecer detrás del escenario, pero no hubiese sido digno de MGMT, que siempre se encargó, tanto con sus discos como en el show, de bajar todo lo que ellos mismos hicieron subir. Y así fue, un final desprolijo y borroso con dos canciones de su última producción, “Brian Eno” y “Congratulations”, mientras Andrew tiraba flores al público, halagaba a las chicas argentinas y pedía que la noche no terminase ahí.   

***Nota publicada en el portal EL ACOPLE www.elacople.com***